En la librería de nuestra historia, los tomos que narraste están en blanco, los míos garabateados, con dibujos en los márgenes, con espirales rayadas y caricaturas en las últimas páginas, tinta corrida, palabras difuminadas por goterones… suele pasar cuando no pude controlar derramarme encima de ti, sin que te dieras cuenta, pero no por eso voy a evaporizar lo que sucedió.
Para la próxima fiesta de princesas, pondré en letra pequeña “se expulsaran los disfraces”, así cuando la música se apague no tendré un nido de víboras en mi salón, ni veneno entre las venas. Tal vez no llame nadie, y me pillaré la borrachera 1013 a solas sin tus piernas, a solas sin ninguna Bella que me lea libros sin dibujos, mientras yo cada día soy más Bestia, como la taza que me regalaste por mi no-cumpleaños.. hasta en eso acertaste.
Y ahora, cuando puedo sonreír con una rubia que me aguanta sin trasfondo aparente, ahora que puedo escuchar a Rafa Pons pensado en ella primero y no en ti, que puedo gamberrear por Madrid sin pensar en lo que te perdiste o lo que me dejé perder por estar contigo, que tres años dan para mucho, aunque por lo que me cuentan, no ha sido nada, simplemente has gastado mil noventa y cinco botes de tipex en nuestro libro de historia, donde me manchaste de blanco… y me taponaste la aorta para que no pueda ni llorar ni explotar, ni follar ni correrme, ni joder ni querer intentarlo. Gracias, porque gracias a ti, Disney no existe, ni San Valentín, ni aniversarios, ni anillos, ni palabras repetidas, ni matarme por amor, tal vez un morirse de pena… aunque solamente sea un decir, como lo que tanto me dijiste, y lo que te enfadaste porque te decía mucho menos que tú a mi.
Y de fondo – [Alfredo González – Dobleces]